La primera vez y el aprendiz de Bucardo

PorRaul

La primera vez y el aprendiz de Bucardo

Aquel verano, a principios de los 90, nos encontrábamos en una de las factorías de Kimberly-Clark (Kcc), quizás a algunos no os suene el nombre de esa gigante americana. Los más jóvenes seguramente habréis crecido con un pañal suyo. Para los más mayores, también os fabrica el modelo senior.

Una avería en su central frigorífica obligó a improvisar algo. Sin equipos en stock de una potencia mínima de 1.000.000 frigorías/hora, un fabricante (cuyo nombre obviaremos), sugirió una solución en principio factible: con motivo de las Olimpiadas de 1992, se había desmontado en el Ayuntamiento de Barcelona un Turbo que podría sacar a Kcc del apuro. Ellos se comprometían a ponerlo en marcha y mantenerlo entretanto se fabricaba la nueva enfriadora.

La solución que proponía aquel avispado ejecutivo comercial, sobre el papel parecía fácil: nosotros sacamos el turbo de los almacenes del Ayuntamiento y vosotros, se lo instaláis a Kcc entretanto os fabricamos el nuevo equipo.

Trasladado el Turbo no se tardó en comprobar que era necesaria una torre de refrigeración, unas bombas de evaporación de unos 250.000 litros/hora, un cuadro eléctrico, red de tuberías, bancadas, obra civil además de un largo y muy caro etcétera para hacerlo funcionar.

La enorme confusión y bochorno ante tal desaguisado, la urgencia de Kcc con toda su producción parada, y el tórrido verano con atractivas ofertas de playa y ocio para estos ejecutivos, probablemente condicionaron de una forma casi suicida y desesperada, delegar en un veinteañero, apenas un crío, tan tamaña y millonaria responsabilidad.

Aquí tuve oportunidad de ensamblar, por primera vez con el Turbo y por segunda con la enfriadora, el tan caro puzzle que se visualiza en la imagen superior. Lo que viene a representar una central térmica compacta.

Nuestra aragonesa Celia y su segunda vez

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Celia, nuestra extinguida Bucarda, se puede visitar en el Centro de Visitantes del Parque Nacional de Ordesa. Criogenizadas algunas de sus células por Alberto Fernández-Arias, El 30 de julio de 2003 y por primera vez en la historia, un animal extinto había vuelto a la vida. Al más puro estilo Parque Jurásico. Por desgracia, solo vivió durante 7 minutos.

De haber nacido estadounidenses, o de alguna de nuestras autonomías limítrofes, los aragoneses Celia y Alberto, sin duda los medios con su inacabable fanfarria, nos hubiesen martilleado durante décadas con tan increíble hazaña y el triste record de ser el único animal en la historia que vivió, murió y se extinguió dos veces.

Imagen1 La primera vez y el aprendiz de Bucardo

 

Cualquier tiempo pasado fue anterior

Al diseñar las centrales térmicas compactas para las viviendas Passivhaus del Grupo Lobe, decidimos encargar la fabricación a Keyter. Aunque sus procesos industriales alcanzan una precisión inigualable, uno no puede evitar una pizca de melancólica nostalgia por aquellos días en los que la experiencia y la dureza se forjaban en el campo.

Los tuberos de antaño eran, en muchos sentidos, compañeros inseparables, casi  como parejas de hecho y que uno encuentra solo en situaciones de sacrificio. Desde mis primeros años en el sector a principios de los 80 hasta mi retiro de la marina subacuática en 2007, ellos estuvieron ahí, soportando junto a nosotros el rigor del frío, el calor abrasador, y las inclemencias en las cubiertas de obra. Con ellos comenzaban y terminaban los proyectos, en tierra firme o a -50 metros bajo el mar. Para volver a instalar una sala de máquinas al estilo de esa época, haría falta clonar, cual Celia, a aquellos duros, sufridos y extraordinarios profesionales.

Sabemos, con humildad y realismo, que la calidad del trabajo de nuestro mejor día en aquellos tiempos y en ese entorno físico y condiciones, no se compararía a la precisión de un proceso industrializado de hoy. Y, sin embargo, no puedo evitar una sonrisa melancólica al recordar esas batallitas, con la esperanza de que algún visionario, tal vez un científico inspirado, encuentre la manera de traer de vuelta la esencia de esos tuberos legendarios y podamos así acometer juntos, nuevos y apasionantes proyectos.

Al final, como ese primer beso o esa primera vez, estos recuerdos son los que realmente quedan en el corazón grabados para siempre.

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