Entre 2010 y 2012 tuve la oportunidad de visitar varios fabricantes de LED en China. Por aquel entonces, una entidad financiera local recién fusionada, con más de 1.100 oficinas, buscaba sustituir sus luminarias fluorescentes por la gran novedad tecnológica del momento: los LEDs.
Nuestra propuesta a los fabricantes era simple:
Si una pantalla LED de 600×600 en sustitución de una fluorescente, tenía un coste de 50 $, nosotros estábamos dispuestos a pagar 100 €. Tal cual. El doble. Solo una condición: en lugar de «un producto», les compraríamos «un servicio» luminoso concreto: 500 lux y una temperatura de color de 4.500 kelvin con un margen de ±5%.
El pago sería en cuotas anuales durante 10 años, a razón de 10$ por año hasta este total comprometido de 100$. Al fin y al cabo, si el fabricante aseguraba 50.000 horas de vida útil con luz de calidad de su producto y nosotros en 10 años apenas usaríamos estos Led 40.000 horas ¿por qué habría de negarse?
No me expulsaron de China, pero la negociación no prosperó. Hoy, con la tecnología LED consolidada, parece impensable volver a las antiguas lámparas fluorescentes. Sin embargo, salvando las distancias, creo que algo similar está ocurriendo con algunas renovables, como la fotovoltaica.
Seguramente habrás consumido pescado o marisco procesado en esta megaplanta. En su momento, les diseñamos las instalaciones técnicas. En 2019, al aumentar su producción con tres nuevas líneas, nos transmitieron una necesidad urgente: eliminar 9.000 kilos de hielo por turno de trabajo. El pescado, especialmente el salmón, lo recibían recubierto de una gruesa capa de hielo que había que eliminar.
El proceso endotérmico de fusión del hielo era espectacular: 27 toneladas diarias de hielo requerían enormes cantidades de energía y generaban 60.000 litros de agua calentada y que no podía desperdiciarse. Nuestra propuesta fue innovadora: Fototermia. Instalar una planta fotovoltaica en la cubierta con otro novedoso sistema térmico complementario que aprovechaba el agua calentada para baldeo, limpieza y otras tareas. Además, se ajustaban las cargas, laminando y basculando estas, hasta periodos tarifarios más económicos.
La ubicación parecía ideal: un inmenso polígono logístico sin sombras y con una inmensa cubierta. Perfecta para una megaplanta solar. Solo tienes que comparar en la imagen superior el tamaño de esta cubierta respecto a los vehículos. Planteamos a varios fabricantes solares una oferta clara: financiar, instalar y operar la planta directamente ellos ¿a cambio? adquirirles el 100% de su producción eléctrica a precio de mercado.
Tampoco me expulsaron del país, pero cinco años después seguimos esperando su respuesta.
Los responsables de la planta estaban dispuestos a firmarnos el contrato; se veía en sus ojos. Incluso nos sugirieron en algún momento participar en la inversión. Definitivamente, este no era el momento. Nosotros trabajamos a éxito y nuestra retribución emana exclusivamente de los ahorros obtenidos. Ni los propios fabricantes solares confiaban, ni confían todavía, en sus promesas solares.
En marzo de 2020, enfrentamos un cambio de paradigma motivado por la crisis sanitaria. Nos reorganizamos desde Italia abriendo Euroener y dimos prioridad a proyectos con más viabilidad inmediata. Uno de aquellos proyectos de 2020, viviendas “0 emisiones” para Grupo Lobe, nos dio pie para ya en 2022, diseñarles la Passivtermia y llamada a revolucionar el residencial. Hoy, añadimos a esta la fototermia junto a la fotoeólica e implementamos sus principios en todas sus viviendas.
Lo aprendido es simple pero poderoso: las grandes ideas no se fuerzan; germinan solas cuando el terreno y el tiempo son los adecuados. Siguen pendientes tres grandes proyectos de aquel tan singular 2020: una multinacional papelera, una farmacéutica y un megacentro comercial con hotel de 5 estrellas.
La innovación no se mide en éxitos inmediatos, sino en la capacidad de imaginar un futuro mejor y sembrar con convicción.
Nosotros seguimos sembrando. ¿Y tú?
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