Desde la calculadora en los 70, a la Inteligencia Artificial de 2025

PorRaul

Desde la calculadora en los 70, a la Inteligencia Artificial de 2025

Mark Twain nos recuerda que, al final de nuestros días, uno se arrepiente más de lo que no hizo que de lo que hizo. En un mundo donde cada vez es más fácil acomodarse, especialmente en nuestro país, resulta tentador permanecer en la zona de confort. Pero esa comodidad puede llevarnos a lamentar, en un futuro, no haber tomado las decisiones difíciles que marcan la diferencia.

Recuerdo perfectamente mi primera calculadora. Era un artilugio fascinante, de esos primeros modelos que prometían revolucionar el aprendizaje. Pero en aquel Seminario, las calculadoras estaban prohibidas.

El Hermano Ignacio nos inculcó el amor por las matemáticas. Con infinita paciencia, nos enseñó a desmenuzar los problemas, a entender los procesos y no depender de una máquina para obtener respuestas. Nos repetía con humor: “Calcular a mano: que no es lo mismo, calculo π, que π…”  Y famoso por su certera puntería, se paraba en este punto tiza o borrador en mano

Dejó huella. Nos enseñó a pensar críticamente, a razonar, y a no convertirnos en simples dependientes de herramientas tecnológicas. Porque, aunque las máquinas nos faciliten la vida, si no entendemos el proceso, perdemos nuestra capacidad de decisión.

El riesgo de las decisiones fáciles. Vivir la vida de otro.

Algunos técnicos, especialmente los de generaciones más jóvenes, reducen todo el cálculo técnico a introducir datos en un software. Esto plantea al menos, tres graves consecuencias de segundo orden:

  1. Dependencia del fabricante: Los softwares suelen estar diseñados para recomendar los productos del propio fabricante. ¿Resultado? Las soluciones quedan limitadas a lo que esa marca quiere venderte.

  2. Falta de visión global: Cada diferente producto tiene sus propias limitaciones y servidumbres técnicas. Si usas varios softwares inconexos entre sí, pierdes de vista y comprometes la solución integral.

  3. Pérdida de valor añadido: Cuando un decisor depende exclusivamente de prescripciones externas, su aportación pierde valor. Y muchos, para evitarse problemas, optan por contratar a la multinacional más grande u oferta más cara. Pero esta situación de precario técnico y económico debilita a su propia empresa, ya que residencia el conocimiento y el dinero fuera por esta .

El riesgo de las decisiones difíciles. Vivir de rentas.

Tras más de 15 años viviendo de rentas técnicas, hemos decidido que es momento de salir de nuestra tan confortable zona de confort técnico y económico, y embarcarnos de nuevo en proyectos que cumplan nuestras expectativas. A partir de este año, toca vivir a caballo entre Milán, Zaragoza, Tallin o allá donde nuestros proyectos nos lleven.

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Caer hacia adelante: El valor de las decisiones difíciles

La inteligencia artificial en 2025 es la evolución natural de esas primeras calculadoras. Pero hay una diferencia fundamental: mientras que la calculadora nos daba un resultado, la IA pretende darnos respuestas y, a veces, incluso decisiones. Y aquí es donde empieza el verdadero problema.

Al igual que estos softwares prescriptores, la IA no tiene criterio propio ni comprende las necesidades específicas de cada situación. Si no dispones de un criterio técnico sólido o de una ingeniería propietaria, lo máximo que obtendrás con la IA será una regresión a la media. Y en ese caso, no hay diferenciación posible: serás uno más en un mar de soluciones estándar.

Porque las decisiones fáciles llevan a la mediocridad. Las difíciles, a la excelencia.

Las mejores decisiones de la vida, como las mejores fórmulas matemáticas, son las que construimos nosotros mismos. Si los prescriptores, o ahora la IA, fueran eficientes, hoy sería un vagabundo. Tras dos años utilizando la IA, esta, al igual que muchos técnicos, parece compartir esa perversa característica por el gusto de hacer difíciles las cosas fáciles.

Desconozco como será en el futuro. Lo que sí sé es que la mejor manera de predecir el futuro es crearlo uno mismo. No hay atajos. Y si caemos, que sea hacia adelante. Porque cada vez que nos levantamos, lo hacemos aprendidos, más fuertes y, sobre todo, más libres.

La verdadera evolución no está en evitar el error, sino en aprender de él. En cuestionar lo que nos imponen, en mejorar y, sobre todo, en atrevernos a crear caminos propios. Al final, solo quienes se atreven a cuestionar lo preestablecido son los que dejan huella y marcan la diferencia.

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